Economía

Realidad actual, segunda elección y último debate

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El requisito indispensable para entender nuestros procesos internos, cualquiera que estos sean, es cuidadosamente observar nuestro entorno. El último debate presidencial lo analizaremos primero describiendo donde nos encontramos para luego discutir hacia dónde podríamos estarnos dirigiendo.

Dónde estamos

Las elecciones 2024 han tenido aristas muy particulares. Dramatismo. Un candidato presidencial buscó refugio en una embajada. Señalamientos. Candidatos a diversos cargos de elección son vinculados al crimen organizado. Suspenso. Un candidato pende su candidatura de la Corte. Sanción. Una calificadora disminuye por manejo público deficiente nuestro grado de inversión. Dramatismo, señalamientos, suspenso y sanción, consolidan nuestra incertidumbre electoral, alimentando el ferviente deseo de saber, quién gobernará a la nación en los siguientes 5 años.

Paralelamente a esta incertidumbre colectiva, todo gobierno en el ocaso de su gestión, acusa un desgaste natural. En esta ocasión, el déficit político parece ser considerablemente mayor a cualquiera de los gobiernos anteriores. El fenómeno pudo haber iniciado prematuramente, sin el gobierno haber llegado a su primer cumpleaño. ¿Quién puede olvidar los sobre costos de los respiradores artificiales presentados a la ciudadanía, en los albores de la pandemia? En tiempos de alta sensibilidad emocional, como ocurrió con el coronavirus (COVID-19), la memoria actúa con máxima eficacia. Hoy es imposible olvidar semejante insensibilidad social en medio de una alerta mundial sanitaria.

Visto en retrospectiva las razones del descontento popular abundan por doquier. Nuestras elecciones nos encuentran frente a múltiples cuestionamientos que, con más razón que sin ella, recaen en nuestros órganos de estado, llamados a garantizar la paz social por encima de todo. La ciudadanía nunca se acostumbró a un Ejecutivo notoriamente ausente, con su consecuente vacío en la cúspide del estado. Tampoco logró sobreponerse a un Legislativo que nos ha mantenido de sobresalto en sobresalto, de acusaciones sobre acusaciones y de despilfarros en más despilfarros. Imposible poder eximir al Judicial de toda esta penosa y lamentable situación. A estas alturas y proximidad electoral, los panameños desconocen cuáles serán los aspirantes a la presidencia y carecen de una papeleta electoral oficial.

La segunda elección

Está situación aunada a la debilidad de liderazgo ha sido de tal magnitud, que produjo lo que se podía predecir, una rebelión interna en el Partido Revolucionario Democrático (PRD), personificadas en las disidencias del expresidente Martín Torrijos y la diputada Zulay Rodríguez. Ambos han arremetido contra el gobierno en general, y contra el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) en lo particular.

Luego, en esta elección por la presidencia de la República hay una segunda elección, que ha despertado poca o ninguna atención, pero es de suma relevancia en nuestro devenir como nación: Quién quedará comandando al CEN del PRD, indiscutiblemente el partido más numeroso e influyente del país.

En el fondo hay solo dos alternativas. La primera, la llamada rebelión renueva a las figuras del CEN. La segunda, el estatus quo prevalece y el CEN se vuelve a reelegir.

Para que la renovación tenga alguna oportunidad, uno de los dos candidatos disidentes, tiene que superar en votos aquellos que obtenga el candidato oficialista, José Gabriel Carrizo. De lo contrario la rebelión, pasará a la historia electoral como un conflicto interno más. En el mejor de los casos, la narrativa describirá un fallido golpe por un expresidente o una diputada, que sucumbieron ante un CEN empoderado, más de lo que se suponía o se sospechaba.

El último debate

Ciertamente, los debates representan una oportunidad y a la vez un riesgo. Posiblemente pensando que había más riesgo que oportunidad, José Raúl Mulino, candidato presidencial por el partido Realizando Metas (RM) y puntero en las encuestas, se ausentó. José Gabriel Carrizo aportó la sorpresa al condicionar su presencia a la participación de Mulino. Es decir, implícito estaba el hecho de que, solo Mulino y nadie más, le podía ofrecer una oportunidad. En la percepción de Carrizo, no necesariamente cierta, la contienda estaba polarizada: Mulino iría al frente y él de segundo.

En que se fundamenta el argumento de ir de segundo en la contienda es un misterio. Las encuestas lo ubican en una quinta o sexta posición. La ausencia de Carrizo era por otra razón. ¿No sería motivada para evitar salpicarse del escándalo de los Auxilios Económicos del Ifarhu? ¿Podría deberse a que mas bien estos recayeran en Torrijos como fue lo que sucedió? Aquello que si indican todas las encuestas con claridad es que Torrijos supera a Carrizo. Entonces, ¿podría ser que de rebelde Torrijos ha mutado a enemigo principal?

Más aún, ¿no será que el partido más grande y organizado del país, ya da por descontada la derrota de Carrizo y ve en Mulino su mejor aliado para mantenerse vigente? ¿No será que el CEN del PRD dominado por un grupo de diputados les podría interesar una alianza RM-PRD y así evitar su decapitación? Porque, de no haber alianza y Torrijos ganarle a Carrizo, ¿No pretendería Martín Torrijos recuperar el liderazgo del PRD?

La ausencia de Carrizo fue una tácita confirmación por parte del candidato del PRD, del liderazgo en la intención de votos de Mulino. Entonces, Mulino está en deuda con Carrizo por semejante espaldarazo. El asunto es que deudas y favores políticos solo se saldan políticamente. ¿No será que el CEN del PRD ya aseguró una alianza con Mulino o, por el contrario, se está jugando el todo por el todo, sin alianza, de la mano de Carrizo?

Por: Leopoldo Neira

Empresario

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